Comentario
VI
Cómo los señores de la laguna supieron de la mujer que llevaron
los chichimecas, y cómo les dieron sus hijas por mujeres
Pues pasados algunos días, los chichimecas tomaron a Curicaueri y viniéronse a morar a un lugar llamado Tarimicaúndiro, barrio de Pátzquaro, y allí creció la mochacha, y casóse con ella Pauácume, el hermano menor, y hízose preñada la moza de la laguna y parió un hijo y llamáronle Taríacuri, que fue después señor, y como lo supiesen los señores de la laguna, llamaron a Curiparanchan y dijéronle: "Ven acá, hermano: Hannos dicho que sacaste una mujer a los chichimecas." Y respondió él: "No es así, señores, yo ¿a qué propósito se la había de llevar? Yo ando de noche pescando con red, y ponía a mi hija en la canoa, para que remase, y de día pesco con anzuelo, y la ponía para remar, y llegué a un lugar llamado Uaricha hopotacuyo, y teniendo gana de orinar, me dijo:"Padre, quiero orinar." Yo le dije: "Ve, hija, y orina." Y llegué a la orilla, y como saltase fuera anduvo un poco, y paresce ser que estaban allí, en celada, los chichimecas, y salieron della, y probé por quitársela, y como son chichimecas, empezaron a quererme flechar, y yo hube miedo, y tornéme a mi casa y lleváronsela, y yo ya pensaba que era muerta. ¿Cómo había yo de pensar que la tenía cativa? Y paresce que así es la verdad, que la tienen." Dijeron los señores: "¿Qué dices, hermano? No lo decimos por lo que piensas. Dínoslo, si quisieres; porque cada uno de nosotros tiene una hija, y trairémoslos aqui a las islas, y casaríamoslos con ellas. Y el uno de aquellos señores sería sacrificador, aquí a la orilla en este cu; y el otro sería sacerdote en Quacari xangatien y sacrificaría allí; y así estarían en cada parte, para sacrificar. Pues ve a ellos, que tú tienes costumbre de conversar con ellos, a ver qué dirán". Y como se partiesen, viniese pescando con una caña Curiparanchan, y como saltasen en tierra, fueron a Tarimichúndiro donde estaban los chichimecas, y dijéronles lo que decían los señores de la laguna, y que fuesen allá. Respondieron ellos: "Sí, así será que iremos." Y juntáronse todos los chichimecas y llegaron a un lugar llamado Zirimbo a la orilla de la laguna, y no fueron más de los señores en una canoa, y rescibiéronlos muy bien los de la laguna y dijéronles: "Seáis muy bien venidos, señores." Y después de haber comido, llamaron un barbero y cortáronles los cabellos que tenían largos, e hiciéronles en las molleras unas entradas, y diéronles unas guirnaldas de hilo y unas tenazillas para el cuello de oro, a cada uno las suyas. Y Pauácume era sacrificador y Uápeani estaba en Quacari xangatien algunos días, y supiéronlo los señores de Curínguaro, que eran los señores que se habían apartado dellos por el agüero de las culebras, y se habían venido, obra de legua y media de Pátzcuaro, antes que Uápeani y Pauácume trajesen su gente a Pátzcuaro. Enviaron unos mensajeros a los de la laguna y dijéronles: "Id a nuestros hermanos los isleños, y decidles que por qué han metido en la laguna los chichimecas; qué necesidad tienen ellos; por qué los llevaron, o de qué provecho son, que andan todo el día a cazar por el monte todos ellos, hechos vagamundos, con sus arcos largos en las manos. ¿Cómo no tienen discreción ellos que son isleños? ¿Cómo no han de tener hijos? ¿Cómo ha de ser un cuarto isleño y otro chichimeca? ¿Cómo no tienen discreción para sentir esto? ¿Cómo han de perder sus dioses, que no son pequeños dioses? Y también los chichimecas, ¿por qué no se duelen de Curicaueri? ¿Cómo, es pequeño dios? que ha sido engendrado muy altamente. Id y decidles que los echen fuera de sus casas, que se vayan y pasen la laguna. No lo decimos por otro fin, ni por invidia. No dejen de oir esto que les decimos: [borrado] dos entendimientos pueden tener sus palabras de los de Curínguaro." Y como viniesen con la embajada al señor de Xaráquaro, llamado Carícaten, no se curó de lo que decían, y después de algunos días, tornaron a enviar otros mensajeros los de Curínguaro y dijeron: "Decidles, que por qué no creen lo que les decimos los de la laguna; cuál la causa por qué no quereis creer; ¿por qué les distes aquesas señoras? ¿Qué necesidad teníades dellos? ¿De qué provecho son, que todo el dia andan por los montes a cazar? Si fuera aquí en Curínguaro, aquí se hacen muy buenos maizales y simillas de bledos, y mucho axí, que se hace por los campos. Aquí pudieran traer pescado que ofresciéramos a nuestro dios Hurendequauécara y, ellos, en su tiempo, llevaran mazorcas de maíz y simillas de bledos y frisoles y axí para ofrecer a su dios Acuitxe catápeme. ¿Qué necesidad tenían dellos para que se las diesen? Id e decidles que los echen de sus casas y les quiten los máxtiles y los bezotes y orejeras y los tranzados y que los echen a empujones y los envíen, que nos crean esto que les decimos." Y oyendo esta segunda embajada, los isleños creyéronlos y quitáronles los bezotes y orejeras y tranzados y máxtiles, y echáronlos a empujones y echáronlos fuera de la laguna y venían babeando por los bezotes que les habían quitado, y tornáronse a venir todos ellos que moraban ya cerca de la laguna, y fuéronse a su primer asiento, llamado Tarimichúndiro, un barrio de Pátzcuaro, y descansaron allí.
VII
Cómo hallaron el lugar deputado para sus cúes y cómo
pelearon con los de Curínguaro, y los desafiaron
Como tuviesen su asiento en el barrio de Pátzquaro, llamado Tarimichúndiro, hallaron el asiento de sus cúes, llamado Petáizequa que eran unas peñas sobre alto, encima de las cuales edificaron sus cúes, que decían esta gente en sus fábulas, quel dios del infierno les envía aquellos asientos para sus cúes a los dioses más principales. Pues síguense más adelante. Yendo andando, un agua hacia riba, dijeron unos a otros: "Vení acá: aquí es donde dicen nuestros dioses que se llama Tzacapu hamúcutin pátquaro. Veamos qué lugar es. Y yendo siguiendo el agua, no había camino, que estaba todo cerrado con árboles y con encinas muy grandes, y estaba todo escuro y hecho monte, y llegaron a la fuente del patio del señor obispo, que corre más arriba, donde está la campana grande, en un cerrillo que se hace allí, y llamó se aquel lugar Cuiris quataro. Y venieron descendiendo hasta la casa, que tiene ahora don Pedro, gobernador de la cibdad de Michuacán, a un lugar que después se llamó Tarepu uta-hopánsquaro. Andaban mirando las aguas que habían en el dicho lugar, y como las viesen todas, dijeron: "Aquí es, sin duda Pátzquaro: vamos a ver los asientos que habemos hallado de los cúes". Y fueron aquel lugar, donde ha de ser la iglesia catedral, y hallaron allí los dichos peñascos llamados petátzequa, que quiere decir asiento de cu. Y está allí un alto y subieron allí y llegaron aquel lugar, y estaban allí encima unas piedras alzadas como ídolos, por labrar, y dijeron: "Ciertamente, aquí es: aquí dicen los dioses, que estos son los dioses de los chichimecas, y aquí se llama Pátzquaro donde está este asiento. Mirad que esta piedra es la que se debe llamar Zirita cherengue, y ésta Uacúsecha, que es su hermano mayor, y ésta Tingárata y esta Miequa axeua. Pues mirad que son cuatro estos dioses." Y fueron a otro lugar, donde hay otros peñascos, y conoscieron que era el lugar que decían sus dioses y dijeron: "Escombremos este lugar." Y así cortaron las encinas y árboles que estaban por allí, diciendo que habían hallado el lugar que sus dioses les habían señalado. Este susodicho lugar, tuvieron sus antepasados en mucha veneración, y dijeron que aquí fue el asiento de su dios Curicaueri. Y decía el cazonci pasado, que en este lugar, y no en otro ninguno, estaba la puerta del cielo, por donde descendían y subían sus dioses. Y de continuo trujeron aquí sus ofrendas. Aunque se mudó la cabecera a otra parte, aquí había tres cúes y tres fogones, con tres casas de papas, en un patio que hicieron después a mano, de tierra, sacando por algunas partes las paredes de piedra para igualarle y allanarle. Y pasándose algunos días dijeron los de Curínguaro: "No miráis cómo faltó poco que no matamos a los chichimecas y ellos como son chichimecas, por ventura ¿saben olvidar la injuria? No la saben olvidar: Id y llevadles este mensaje y decidles: "Traed ofrenda de leña a los dioses, para contra nosotros y el sacerdote eche los olores en el fuego, y el sacrificador para la oración a los dioses, para contra nosotros, y nosotros también traeremos leña, y el sacerdote y sacrificador, echará los olores, y al tercero día nos juntaremos todos y jugaremos en las espaldas de la tierra, y veremos cómo nos miran de lo alto los dioses celestes, y el sol, y los dioses de las cuatro partes del mundo" Esto diréis a los chichimecas, que esto suelen decir a los señores, que éste es su oficio, y andan por destruir los pueblos, y se alegran, esperando pelea." Esto que dice arriba, que trujesen leña unos y otros, y los sacerdotes que echasen olores en el fuego, tenían esta costumbre antes que fuesen a la guerra, de hacer estas cerimonias, para que sus dioses los favoreciesen y les ayudasen en las batallas. Y allí nombraban los señores, contra quien los habían de ayudar. Y fueron con el mensaje y dijeron a los señores de los chichimecas: "Tu hermano Chánshori dice que traigas leña para los cués contra ellos, y los sacerdotes que echen los olores y que ellos harán lo mesmo". Y como lo oyesen los señores de los chichimecas, dijeron que les placía, y que el siguiente día, llevarían sus arcos y flechas, y así se volvieron los mensajeros. Y los chichimecas no tenían muchos atavíos para la guerra. No sé dónde hallaron plumas de águila, y hicieron unos plumajes para las espaldas, y hicieron unas banderas de pluma de gallinas blancas, y al tercero día señalado, fueron todos a un lugar, llamado Ataquaho, y los de Curínguaro vinieron también a aquel lugar, y juntáronse unos con otros a medio día; y empezaron a pelear. Y unos se daban de pedradas; otros con terrones; ya los señores de los chichimecas tiraban flechas porque la gente común eran los que se daban de pedradas y de terronazos. Y teníanlo por mal descalabrarse, y en descalabrándose alguno, alimpiábase con la mano la sangre, porque no cayese [borrado] en el suelo, y ruciábanla con los dedos hacia el cielo, para dar de comer a los dioses. Y fueron heridos y flechados los dos hermanos señores de los chichimecas Pauácume y Uápeani. Y tornáronlos a sus casas a cuestas a Tarimichúndiro y tornáronse los de Curínguaro a su pueblo.
VIII
Cómo enviaron los de Curínguaro una vieja con engaño a saber
si murieron de las heridas los señores de los chichimecas, y cómo
los quisieron matar por engaño los de Curínguaro en una celada
Tenían por mal, cuando estaban heridos o flechados, dormir en sus casas los heridos, por el peligro que era; y estos heridos con los señores, fuéronse a la casa dicha del águila, y hiciéronles unos zarzos de cañas altos del suelo de una parte y de otra dentro de la casa. Y estaban echados los heridos en ellos, y estuvieron tres días en esta dicha casa. Y a la entrada de la puerta tomaron sahumerios con cañutos, y sacaban aquellos sahumerios, a los fogones de una banda y de la otra, que se encontraban unos con otros, los que entraban, y los que salían a echar los sahumerios en los fogones. Y dijeron los de Curínguaro: "¿Quién iría a preguntar cómo están los señores de los chichimecas? que muy mal los tratamos, cuando los flechamos, y como son chichimecas no saben olvidar la injuria. ¿Quién iría a preguntar por ellos, si por ventura morirá". Y dijeron otros: "¿Ha de faltar quien vaya? Ahí está la mujer de Curu tzapi, que es de Sinchángato; ella dice que son sus sobrinos; ella entrará en sus casas y hablará con ellos. Llamarémosla y ella irá." Y dijeron a unos suyos: "ld y llamalda." Y llamáronla y dijéronle: "Ven acá, tía", y ella dijo: "¿Qué mandáis, señores?" Y diéronle de comer, y dijéronle: ."¿Qué haremos, tía, que tenemos una pena, que flechamos a los chichimecas, y nos juntamos en un llano llamado Ataquaho y allí jugamos sobre las espaldas de la tierra, y flechamos a los dos hermanos. No sabemos si les hirimos en algún lugar peligroso, de que suelen morir. ¿Por ventura, no se morirán? ¿Cómo no iréis a saber qué tales están?" Respondió ella: "Que me place, señores. Cierto, yo iré" Y dijéronle ellos: "Ve y tórnanos con la respuesta." Y diéronle dos mantas y dijéronle: "Lleva éstas que te cubras y estas dos les llevarás a ellos, y como que son tuyas: mira qué te dirán a la despedida: porque las palabras que les dijeres han de ser tuyas, y no que sientan que son de nosotros." Y dijo ella: "Señores, yo iré; no tengáis pena ni estéis tristes por esto, que si ellos están buenos, o si son muertos, yo lo sabré; yo los hablaré." Y partióse y llegó a donde tenían su casa en Sinchángato. En anocheciendo partióse y traía las dos mantas que le habían dado, y era invierno, tiempo de aguas, y la pobre no sé cómo venía, que llegó a la media noche a la casa dicha del águila y estaban en esta casa a la una banda, los isleños, y de la otra banda los chichimecas y estaban en compañía velando, que habían venido a vellos de la laguna. Y la vieja venía atrancando por los herbazales con el rocío, y entró en la casa y iba pasando junto a ellos, sacudiendo el rocío, y no dormía Uápeani y la vieja inclinóse sobre él, por ver si dormía, y dijo Uápeani: "¿Quién anda aquí?" respondió ella: "Señor, yo ando." Díjole: "¿Quién eres tú?" Y dijo ella: "Señor, yo soy tu tía, mujer de Curu tzapi.". Y díjole Uápeani:"Pues ¿en qué andas?" Dijo ella: "Ay señor; ahora poco ha que lo supe, quién me lo había de contar por hacerme a mi bien y merced, y como lo empecé a saber que os juntastes en el llano y que fuistes flechados entrambos, tú y tu hermano menor, entonces dije: "Quiero vesitallos: pobres dellos que los flecharon: o si los pobres si son muertos, meteré en la lumbre estas dos mantas, para quemallas en su nombre, o si por ventura están y tienen vista, yo pobre, los cobriré con estas mantas que busqué con mi pobreza, con un poco de maíz. Esto es a lo que vengo, señor, y en lo que ando de todo en todo, vine por preguntar cómo estábades.". Y díjole Uápeani: "Mira con qué viene ésta; qué es lo que dice." Y llamó a su hermano, y díjole: "Hermano, ésta es una mala mujer que viene con esto. Esta entra allá en el pueblo de los de Curínguaro, y allí en alguna parte, la sobornaron en Curínguaro, y esto es lo que viene a decir aquí. Vete de ahí; tú que dices esto, que despertarán estos señores." Dijo la vieja: "Señor, quédense aquí estas mantas, y echaos en ellas." Dijo Uápeani enojado: "Mira qué dice ¿Para qué se han de quedar? Tórnatelas a llevar tú que dices eso; nosotros ¿dónde las habernos de mostrar, ni parescer con ellas?" Y salióse la vieja de la casa e fuese, y como no dormiesen los isleños, dijeron a los suyos: "Despertad, que estos chichimecas son de dos caras y hablan de dos maneras: Que vinieron de Curínguaro y luego por la mañana nos han de flechar y destruir nuestro pueblo." Y levantáronse luego todos a una y sacaron los señores fuera de la casa, enojados, y saliéronse de la casa en tropel los isleños y tornaron todos a pasar la laguna, y fuéronse a sus casas.
IX
Cómo los de Curínguaro quisieron matar a los señores de los chichimecas en una celada,
e se libraron della y después murieron en otra celada
Pasándose algunos días, dijeron los de Curínguaro: "Poco faltó que no los matamos, y como son chichimecas no saben olvidar la injuria. Id a los isleños y decidles que les envíen unos mensajeros que les digan como que sale dellos: "Vuestros suegros nos envían a vosotros, que estas vuestras mujeres por amor de vosotros, no quieren comer, y se mueren de hambre. ¿Cómo, riñeron con ellas, ni ellas con ellos? Paresce que se quieren bien y eran buenos casados, y nunca se hicieron mal, aun emborrachándose, ni nunca se mesaron, y ahora danos mucha pena y estamos tristes por ellas. Id a los señores nuestros hermanos. Decidles cómo no venían aquí por ellas, y las llevarían y pasarían la laguna, que no en una sola parte suelen llevar las mujeres a morar lejos, fuera de sus pueblos. Esto les diréis, y nosotros entonces estaremos en celada a la orilla de la laguna. Y vernán los chichimecas: no dejarán de venir porque no son discretos, y ansí los mataremos. Diréisles más a los isleños: que si aquí trujesen su pesquería a Curínguaro, llevarían maíz a sus islas, a la laguna". Y fueron con este mensaje a los isleños, y respondieron: "Que nos place: ciertamente que iremos". Y los isleños trajeron un presente de pescado y pasaron la laguna y llegaron donde estaba Uápeani y Pauácume y asentáronse, y estaban haciendo flechas y dijéronles: "Seáis bien venidos isleños ¿qué es a lo que venís?" Respondieron ellos: "Señores, vuestros suegros y padres nos envían y dijéronnos: "Id a nuestros yernos y decidles, que estas nuestras hijas nos dan mucha pena y estamos tristes por ellas, que están todo el día llorando. Pues decir ahora, ¿qué, riñeron alguna vez con ellas? No riñeron, sino que eran buenos casados, ni tampoco bebiendo vino, nunca se asieron de los cabellos; paresce que se trataban bien. ¿Cómo no vendrían por ellas? Que no es de ahora que las mujeres se lleven lejos a morar. Esto es a lo que venimos, señores" Y dijo Uáepani a su hermano: "Hermano, sin duda que habemos de ir". Dijo Pauácume: "Vamos entram[b]os." Y compusiéronse, entiznáronse y pusiéronse sus guirnaldas de cuero en la cabeza que usaban, y sus aljabas a las espaldas encima unos jubones de guerra, y pusiéronse unas uñas de venados en las piernas; tomaron sus arcos e flechas en las manos, y como los viesen adrezar para el camino los sacerdotes de los cúes llamados Chupítani, Nuriuan, Tecacua, dijéronles: "Hijos, ¿qué haceis? ¿A dónde queréis ir?" Respondieron ellos: "Vinieron de la laguna e dicen que vamos por las mujeres" Dijeron los sacerdotes: "Qué decir, hijos. Mejor sería que no fuésedes que esas palabras no son de los de la laguna; mas son de los de Curínguaro. Mira que si vais, nos veremos en trabajo. Si queréis ir algún cabo a holgar id a otra parte, y no allí". Dijeron ellos: "No, mas allá hemos de ir" Dijeron los viejos: "Pues id, hijos, y cada uno de vosotros tome un mancebo gran corredor y vayan delante por el camino, y vosotros id atrás bien lejos, para que no os veáis en peligro en alguna parte". Y dijeron ellos: "Así serví, ya nos vamos". Y partiéronse para ir y vinieron por un lugar llamado Tzacapu hacurucu y iban algún tanto delante los corredores, y abajaron a lo bajo de la cuesta, donde se turbaron, porque los de Curínguaro que estaban en celada, se levantaron todos a una. Entonces Uápeni y Pauácume, paráronse y no pasaron más adelante y dijeron: "Así es la verdad, que las palabras eran de los de Curínguaro". Dijo a su hermano: "Tornémonos". Y tornáronse a sus casas.
Pasados algunos días, dijeron los de Curínguaro: "Muchas injurias les habemos hecho a los chichimecas. ¿Cómo olvidarse han dellas los señores? Id a nuestros hermanos los isleños, y diréisles que les lleven este mensaje a los chichimecas. Estas nuestras hijas nos dan mucha pena y hacen estar tristes, porque por amor dellos no quieren comer, y se mueren de hambre, y ponense en lo alto del cu llamado Puruaten, y nunca hacen sino llorar, todo el día mirando los humos de las chichimecas, y nunca hacen sino mirar allá, y nunca quieren comer, y no crean que hay en alguna parte peligro como el pasado, cuando nos quisimos flechar, y no supimos cómo venieron los de Curínguaro y se pusieron en celada y nosotros los hallamos allí. Y decidles que no lleguen aquí a la isla, que nosotros les sacaremos fuera las mujeres a un lugar llamado Xanoato hucatzio, y allí se las trairemos y que vengan allí por ellas, y que las lleven si quisieren, porque las mujeres van a morar lejos. Y nosotros les diremos un poco que nos quejaremos a ellos, de los de la isla de Pacandan, que ponemos nuestras redes a la orilla a secar, y nos las rompen, y las canoas nos las hacen pedazos y los remos. Así nos tratan. ¿Quién son ellos para hacer esto, siendo tan pocos en una isla, que una mañana que nos juntásemos, ellos y nosotros, les destruiríamos en el pueblo. Por la pena que nos dan; pues yo tengo necesidad de su ayuda, porque son valientes hombre, y decírnoslo por tener confianza en sus arcos y flechas. Esto les irán a decir; ellos vernán, y no dejarán de venir que no son discretos". Esto es lo que les dijeron a los isleños, y respondieron ellos: "Ciertamente iremos a ellos y se lo diremos." Y hicieron un presente de pescado para llevar a los señores, y venieron donde estaban, y pusieron delante su presente de pescado y asentáronse e dijéronles Uápeani y Pauácume: "Pues ¿qués lo que queréis, isleños? ¿A qué venís?" Respondieron ellos: "Señor, vuestros suegros nos envían" y relataron toda su embajada. Dijo Uápeani a su hermano: "Hermano, sin duda habemos de ir allá, pues que dicen que nos han de decir un poco. Ellos por destruir los pueblos andan. De verdad que habemos de ir entrambos"Y armáronse y los dichos sacerdotes les dijeron: "Hijos, ¿en que andáis? ¿dónde queréis ir?" Respondieron ellos: "Venieron de la isla de la laguna, y dicen que nos sacarán fuera las mujeres aquí cerca, a un lugar llamado Xanoato hucatzio, las han de traer, y nosotros que vamos allí por ellas" Dijeron los sacerdotes: "Hijos, bien querríamos que no fuéredes, que esas palabras no son de los isleños, mas de los de Curínguaro." Dijeron ellos: "No agüelos, mas han de decirnos un poco, que dicen que habemos de destruir la isla de Pacandan". Respondieron ellos: "Bien, sea así en buena hora hijos y toma acá dos mancebos buenos corredores, y vayan delante, e id mirando por el camino a todas partes, porque no os veáis en algún peligro y no pensemos que es un juego, y no nos burlemos, e id mirando por el camino. Y como se partiesen, tomaron los corredores y enviáronlos delante y como estuviesen puestos en celada los de Curínguaro en tres partes, dejaron pasar delante los corredores y espías y Uápeani y Pauácume iban detrás, y pensando que no había celada, pasaron delante hasta la tercera celada y allí flecharon a Uápeani y le mataron. El otro hermano menor era muy ligero, y empezó a correr hacia los suyos, y alcanzáronle a la sobida de un monte que está aquí en Pátzcuaro llamado Tzacapuhacurucu, donde moran los naguatatos, y allí le flecharon juntáronlos a entrambos. Y como lo supiesen los sacerdotes, sus parientes, tomaron un collar de oro, llamado Cazarétaqua, e unos plumajes y fueron con ello donde estaban los de la isla, alrededor de los dos señores flechados, Uápeani e Pauácume, que los estaban mirando y estábanles dando con los remos de punzadas. Y llegaron los viejos y dijéronles: "Pues hijos, ya habéis peleado, según el rencor que teníades y malquerencia. Ya os habéis tomado y despojado". Respondieron ellos: "Agüelos, nosotros no los matamos, que no habíamos tomado puerto cuando ya estaban muertos, y parece ser que ya estaban aquí los de Curínguaro en celada, y ellos los mataron". Dijeron los sacerdotes: Hijos ¿por qué decís eso? Basta, que ya os flechastes. Rogamos os que nos los queráis dar. Tomá estos plumajes para que os [los] pongáis [en] las fiestas y este collar de oro, para que os [los] pongáis al cuello". Respondieron los de la laguna: "¿Y nosotros, a qué propósito, habemos de llevar estos plumajes? Matámoslos por ventura nosotros? No los habemos de tomar. Llevaos vuestros señores. Helos ahí, donde están, que nosotros se los quitamos a los de Curínguaro, que los llevaban a su pueblo." Dijeron los sacerdotes: "¿Por qué decís esto hijos, de no querer llevar los plumajes? Llevadlos para poneros en las fiestas." Dijeron los isleños: "Sea como decís: llevémoslos." Y fuéronse a sus casas. Y los sacerdotes trujeron los señores a Pátzcuaro, a[l] lugar donde se edificaron sus cúes, encima de aquel asiento llamado Petatzequa, y allí los quemaron, y tañen allí las trompetas pusieron las cenizas en unas ollas, y después en las ollas, por de fuera pusiéronles dos máscaras de oro, y collares de turquesa, y ataviáronles muy bien pusiéronles plumajes verdes encima de los bultos, y tocando las trompetas los enterraron.
X
Cómo le avisaban y enseñaban los sacerdotes susodichos a Taríacuri (Taríacuri),
y cómo puso flechas en los términos de sus enemigos
Muertos estos dos señores Uápeani y Pauácume, dejaron tres hijos, el uno llamado Taríacuri, hijo de Pauácame, que hubo en la hija del pescador, y los otros dos Zétaco y Aramen, hijos de Uápeani de otra señora, y eran de más edad que Taríacuri, que cuando murió su padre aún no andaba con fuerza, que era chiquito. Y los dichos sacerdotes, que eran hermanos Chupítani, Nuriuan y Zétaco, no hacían sino amonestalle y avisalle todos tres y diciéndole: "Señor Taríacuri, ya tienes discreción: trai leña para los cúes; da de comer leña a Curicaueri, porque te han hecho huérfano los isleños de la laguna, que te mataron a tu padre. Tú no le llamarás ahora padre si fuera vivo, y madre: matárontele tu tío, hermano de tu madre, y tus criados, porque tú estabas en la isla de Xaráquaro, donde naciste. Trai leña para los cués y acuérdate desta injuria, para vengalla, en los tíos de tu madre; que si no oyeris esto y lo quisieris entender, mira que hay cu en la isla de la laguna, y sacrifican allí, y allí te pondrán aspado para sacrificarte. Mira a la otra isla llamada Pacandan, que allí también sacrifican y allí también te maltratarán. Mira también acá a lo alto, donde está Curínguaro, que allí también sacrifican y allí te matarán, y en Cumachén también sacrifican y en Zacapu y en Zizamban es Naranjan. Allí te mataron tu abuelo, tu no le llamarás abuelo ahora y abuela. Y en Zichaxúquaro te mataron otro abuelo llamado Ticátame. Mira que hay allí cu, y sacrifican, y en todos estos lugares te pueden matar si no fueres el que has de ser y oyeres lo que te decimos: Dichoso aquél que ha de ser rey, o éste que lo ha de ser. Quizá no es señor mas de baja suerte y uno del pueblo, por la mucha leña que había traído a los cúes de Curicaueri, ¿Y será algún pobre o algún miserable el que ha de ser rey? Y tu cabeza estará entonces alzada sobre algún varal, donde te mataren, si no eres el que debes. Trae leña para quemar en los cúes, para dar de comer a los dioses celestes, y a los dioses de las cuatro partes, y al dios del infierno. Harta de leña a todos cuantos dioses son: Mira que es muy liberal Curicaueri, que hace las casas a los suyos, y hace tener familia y mujeres en las casas, y viejas que hacen fuego y hace tener alhajas y esclavos y esclavas, y hace poner en las orejas orejeras de oro, y en los brazos brazaletes de oro, y a la garganta collares de turquesas, y plumajes verdes en la cabeza. Trai leña para los cúes, y sacrifícate las orejas. Dichoso el que ha de ser rey." Y diciéndole esto, asíanle de la oreja, diciéndole: "Señor, señor Taríacuri, ¿cómo no eres ya hombre? Acuérdate de vengar las injurias. Mira, señor Taríacuri, que nos oigas: pobre de ti si no nos oyes, porque mirarás a los otros cómo comen, alargando el pescuezo para mirallos y quizá andarás por ahí con una manta hecha pedazos. ¿Cómo no entiende, esto que te decimos? Mira que somos viejos. Dichoso quien fuere señor de la gente. Quizá no es señor más uno del pueblo. Dichoso tú, señor Taríacuri. Oyenos esto que te decimos." Y los viejos nunca cesaban de avisalle. Quizá por ser valientes hombres y continuos del servicio de los cúes, por eso le dicen todo esto. Estaban todo el día e la noche avisándole y nunca cansaban sus bocas. Y eran ya hombres sus primos, hijos de Uápeani, el uno llamado Zétaco, el mayor, y el menor Aramen. Y había días que se andabais emborrachando y andaban con mujeres y andaban desta manera en compañía de Taríacuri, y por ser hermano menor y pequeño, le traían en los hombros. Sabiéndolo los viejos, llamáronlos y dijéronles: "Mira, señor Zétaco y señor Aramen, vosotros bebéis vino y os juntáis con mujeres; íos con vuestra gente a un lugar llamado Uacanámbaro, allí beberéis a vuestro placer vino y os juntaréis con mujeres, y allí no habrá quien os diga nada ni haga mal. Ios y apartaos del que ha de ser señor, porque quizá no[s] le hagáis a vuestras costumbres. Dejadle primero traer leña para los cúes". Y respondieron ellos: "Así será como nos decís, agüelos". Y fuéronse. Y los sacerdotes lo habían con sólo Taríacuri, y todo el día y toda la noche no hacían sino predicalle y avisalle, y los viejos trabajaron tanto en lo que le decían, que oyó lo que le decían, y empezó a traer leña y rama para los cúes y llevábala a los patios de los cúes, y llegó a este lugar de Pátzquaro y allí traía leña, y su casa tenía en un barrio del dicho pueblo llamado Tarimichúndiro. Y vínose allí donde se llama Pátzcuaro y traía leña a un cu llamado Ziripemeo y a Quaraco hoato, y llevaba a otro lugar llamado Yéngoan y punía la leña y rama allí con los suyos, y ponía encima una flecha, que era señal de guerra. Y llevaba también de la otra banda a un lugar llamado Huriqua macurio y puniéndola allí, ponían encima una flecha y en otro lugar llamado Yauati cuiro, y allí puso otra flecha, encima la leña, y andaba desta manera poniendo flechas en los términos de sus enemigos. También llevó leña a otro lugar llamado Uanitaichaxuriyo y a otro llamado Tzacapu hacarucu y a Xanguahurepangayo y a Caménbaro. Y ansí andaba cercando los térmiminos, poniendo flechas en los lugares que llevaba leña y ramas. Llevó así mesmo a otro lugar llamado Xaramuto y así llegó cabe la lana, a un lugar llamado Ahterio, en los términos de los isleños. Y estaban los isleños poblados en un lugar llamado Tupuxan chuén sin temor de ninguna cosa por toda la ribera. Y tenían sus redes a secar puestas en unos palos cabe la ribera, y tenían su pescado por allí a secar, y hizo en aquel lugar un gran fuego Taríacuri, y alzóse un gran humo a la ribera de Ahterio, y viendo la gente estas ahumadas y fuego, fuéronse todos huyendo, para poner en cobro sus haciendas. Y dejáronse por allí las piedras de moler y ollas y cántaros y el pescado que quedaba tendido por el suelo, y las mantas, y entráronse en la laguna que alzaban las espumas hacia arriba, y no los tomaba nadie. Los mochachos daban gritos, y todas daban voces, no más de por ver las ahumadas, y ansí se fueron todos, que quedó todo desierto, hasta un lugar llamado Zirimbo. Y fue Taríacuri a Zirimbo, y allí sacó también fuego de un estrumento y hizo ahumadas, y en otro lugar llamado Chutio. De todos estos lugares se levantaron los isleños, y dando gritos se entraron en la laguna. No más de por ver las ahumadas daban voces y se iban, que no los tomaba nadie, y allí también dejaban algunas alhajas, y había mucho pescado tendido por la ribera. Y de allí fue Taríacuri a un cerro llamado Xanoato hucatzio, y hizo allí también ahumadas, y levantáronse todos viendo el humo, y fuéronse también los de Pareo, y levantaban gran espuma al entrar de la laguna. Y levantáronse también, los de Charauén y Haramútaro y llegando a Haramútaro hizo sus ahumadas Taríacuri. Y levantáronse de allí y iba echando de allí los isleños, dándoles de rempujones para hacerlos entrar en la laguna. Llegó también a un lugar llamado Cuiristucupachao, y hizo sus ahumadas y vido allí la isla de Xaráquaro y de Cuyameo. Vido el asiento de la isla y daban voces los mochachos, y tomaban las mujeres sus hijos en las espaldas y íbanse, que no sabían dónde ir, y así los cerco a todos los de la isla, que no había dónde saliesen a la ribera a labrar, ni por leña.